La gran conquista de junio y octubre de 1944 fue la libertad política. Esta es la condición necesaria y suficiente para que cada clase, estrato o grupo social eleve al nivel de su conciencia colectiva la expresión de sus objetivos económicos y sociales, y en particular, la imagen de la sociedad a la que aspiran. Cuando esto ocurre la cuestión de quien asumirá el poder político pasa a ser la cuestión central. Y en torno a ésta se produjo necesariamente la primera fractura del amplio movimiento poli clasista que derrocó a Ubico. Derrotadas en la elección presidencial de fines de 1944, las corrientes más conservadoras pasaron acremente a la oposición. En los años siguientes la decantación de imágenes sociales de cada clase o sector social acentuó la polarización, pero este hecho que podría haber sido sólo diferenciación de posiciones, tuvo perfiles muy acerados por el escenario histórico en que tuvo lugar la revolución.
El escenario histórico en que se representaron aquellos diez años de innovación social explica en forma fundamental las confrontaciones. Lo demás lo ponen siempre los rasgos de los actores. Los dos componentes de ese escenario fueron, en primer lugar, la guerra fría, concretamente la política de guerra fría implantada por Estados Unidos que conllevó una extrema intolerancia política en escala internacional. En segundo lugar, el impresionante atraso de la mentalidad de gran parte de la sociedad guatemalteca de aquellos años; ante todo de los terratenientes, política y económicamente dominantes, que en aquella época eran representativos de sistemas productivos arcaicos o por entonces ya arcaizados. Y bajo su hegemonía ideológica, gran parte de la sociedad, particularmente una parte importante de la clase media
A partir de 1945 el proceso de cambio fue dando muestras de creciente maduración. Bajo el gobierno del Dr. Juan José Arévalo, de pensamiento moderado, destacada personalidad intelectual, de gran integridad ética, política y nacionalista, se comenzó a dar respuesta a necesidades sociales y de modernización capitalista largamente sentidas. Desde posiciones indebidamente radicales se ha menospreciado aquel período, se le niega ser parte del movimiento total de la revolución, pero desconocer que fue su primera etapa constituye una disociación de la historia. En otra parte hemos dicho que “Arévalo fue reformista, y por ello mismo fue un presidente de su época. Tras tantos años de obligada inmovilidad y de forzado silencio, fue indispensable transitar aquel período para que la sociedad superara su entumecimiento